jueves, 15 de noviembre de 2012

CRÓNICAS DE LECTURAS 12: HISTORIA 1


La Libertad guiando al pueblo





























CRÓNICAS DE LECTURAS - Doce
Leer Historia  - Primera de muchas partes

I

Para leer Historia

Si hay algo en que los peruanos basamos en algo nuestra alicaída autoestima, es en la Historia. He discutido mucho en otras partes – y lo seguiré haciendo - la oportunidad y pertinencia de enseñar la Historia tal como lo hacemos, y no pienso tratar ahora el tema desde la perspectiva educativa, sino desde mis gustos y experiencias como lector. Pero el tema de dónde venimos y a dónde vamos nos llama a todos, más o menos. No por nada se lee tanto sobre teorías de conspiración, fin del mundo o ucronías. También esto explica la popularidad de los estudios genealógicos que nos atrapa de vez en cuando, aunque reto al más pintado a que me diga los nombres y apellidos de todos sus dieciséis tatarabuelos. Y la gran mayoría no podrá, pues es un asunto que sólo importa en la medida que hay vida afectiva involucrada, es decir suponiendo que hayamos conocido a alguno de nuestros choznos. Cuando nacemos, bisas y tátaras están largamente fallecidos y convenientemente olvidados, salvo que hayan sido presidentes de la república o asesinos en serie, lo que ya nos da una pista sobre qué cosas recordamos y por qué. Tras tres generaciones – parece ser el límite - el asunto tiende a olvidarse y hay que recurrir a los abuelos para que nos hablen, a su vez, de sus propios abuelos. Pero a falta de choznos y de abuelos (uno de los míos falleció antes que yo naciera, y el otro cuando tenía ocho años), es posible que al leer Historia tratemos de recuperar un sentido de pertenencia a un núcleo temporal, tal vez queramos sentirnos parte de una continuidad. Pero la modernidad capitalista nos aleja cada vez más de las tradiciones y nos orienta más hacia adelante-futuro que hacia atrás-pasado, y no trataré de valorar si eso está bien o mal, que me parece como juzgar si es mejor que el Sol salga por Oriente o por Occidente. Lo cierto es que necesitamos “pertenecer”, y tal vez por ello es que tratamos de conocer algo de la Humanidad que nos antecedió. Si para ello recurrimos a la lectura de la Historia es porque tenemos la vaga sensación de su importancia, aunque no sepamos cómo ni por qué. Y he aquí por qué tendemos a leer best-sellers de tema histórico, y por qué vemos series y películas de carácter histórico, basados por lo general en dichos libros.

A no ser que seas especialista o realmente te guste tanto el tema como para dedicarle tiempo y esfuerzo, tampoco somos muy profundos en esto de leer Historia, para la mayoría es un gusto o entretenimiento análogo al de leer novelas policiales. Sin embargo, repito, hay algo en lo profundo que nos impele a leer Historia. Por ejemplo, muchos peruanos poseen (otro tema es leerla) la Historia de la República de Jorge Basadre, monumental obra cuya gran extensión no ha sido problema para que varias empresas la editaran y difundieran. Y estoy seguro que cada país tiene su obra histórica, por así decir, epónima. Y sus leyendas por supuesto. La mayoría de los lectores no se preocupan tanto de la “verdad” histórica, pues leer Historia depende, como en toda lectura, del objetivo que te traces al leerla. Si solamente la lees para entretenerte haces bien, pues siempre es útil aprender entreteniéndose. No me atrevo a parangonar la lectura literaria con la histórica, muchas veces es la misma. Pero como soy entre otras cosas profesor de Historia y me apasiona la verdad histórica, tuve la suerte de poder aunar varios objetivos: Conocer la Historia que debo enseñar, emplearla para fomentar Ciudadanía, saber cómo se hace Historia y, no menos importante, aprobar mis cursos universitarios. Así que leí y leo Historia de manera un poco menos desordenada tal vez. Aunque ello no sea siempre del todo cierto: En estos días me leo la Historia de Herodoto casi como una venganza muy diferida, porque el acceso que tuve a ella años atrás fue a través de fragmentos traducidos de manera cuestionable. Pero como esta es mi primera Crónica sobre Historia, me concentraré en ciertos libros sobre los problemas teóricos de la Historia, es decir la Historia de cómo se hizo y se hace Historia. A esto normalmente se conoce con el nombre de Historiografía, y dejo pendientes las Crónicas sobre Narrativa Histórica, Biografías, Novelas Históricas, Ucronías y otros de la fauna correspondiente que con un poco de suerte, ganas y oportunidad escribiré en su momento. Así que ahorita me concentro en tres de estos libros historiográficos: ¿Qué es la Historia? de Edward Carr; Idea de la Historia, de R. G. Collingwood; y  Reflexiones sobre la Historia Universal de Jacob Burckhardt, en la esperanza de que la croniquita no me salga demasiado aburrida.

II

¿Qué es la Historia?: Una buena introducción

Si alguien viene y me pregunta cómo meterse en la teoría de la Historia, le recomendaría este libro. Y es que trata un problema básico: qué rayos es eso de la Historia. Los legos tendemos a pensar que el historiador es una suerte de recopilador de datos, que luego se expondrán en libros y clases para que la indiada los aprenda. Pero me temo que no es tan simple el asunto. La Historia plantea diversas interrogantes que trascienden los hechos: ¿Por qué nos parece más importante una guerra, revolución o suceso que otros? ¿Qué criterio tiene el historiador para decir este dato sí y este otro no? ¿Con qué métodos se obtienen dichos datos? ¿Cuál es el peso de los documentos? ¿Qué pasa si el historiador miente u oculta? ¿Y si los datos son falsos o tendenciosos? ¿Se puede falsear la Historia? ¿Se puede interpretar “mal” un suceso? ¿Qué peso tienen los “héroes”, los individuos? ¿O es que la historia la hacen las masas y los individuos no cuentan? Siempre hemos oído que la Historia la escriben los vencedores … ¿Será cierto? ¿Hay leyes históricas que se cumplen siempre? ¿O la cosa es hechos simplemente casuales? Nos metemos en estas y otras interrogantes en este sabroso librito de lectura muy fácil y entretenida, que llama a reflexión. En su origen fue un ciclo de conferencias que el historiador Edward Carr, especializado en historia soviética, dictó en 1961 en la Universidad de Cambridge. El libro conserva el carácter de conferencia dirigida a gentes no especialistas. Parece que los británicos poseen el bicho de la difusión, quizá eso explique en parte por qué nos llevan tanta ventaja. Dígase además, que la lectura de este librito es obligada para todo aquel que pretenda estudiar Historia, sea de modo académico o libre. Una cita al azar nos puede ayudar a orientarnos un tanto en el pensamiento de Edward Carr: Declaró (Benedetto) Croce que toda la historia es “historia contemporánea”, queriendo con ello decir que la historia consiste esencialmente en ver el pasado por los ojos del presente y a la luz de los problemas de ahora, y que la tarea primordial del historiador no es recoger datos, sino valorar: porque si no valora, ¿cómo puede saber lo que merece ser recogido? Naturalmente, Carr no se queda en esto, pero para nosotros, que estamos en el trance del “desencantamiento histórico” y que tratamos de construir una identidad inclusiva y democrática, esto se nos hace muy actual. Pensemos en nuestras propias leyendas históricas, en la “grandeza” del Tahuantinsuyo, en el “heroísmo” de Miguel Grau. O en nuestra propia historia reciente con Sendero Luminoso, que se trata de tapar con poco disimulada desesperación por cierto sector político, que insiste en no aprender del pasado, pues este tema le quema, y que ahora pagamos con el resurgimiento de un grupo análogo. Que la gente sepa de qué hablamos cuando de historia hablamos parece ser más importante de lo que parece … y por eso, qué bacán es que no se lea ni se aprenda …

Recurro al índice del ¿Qué es la Historia? para dar mejor idea del contenido de este libro, con una pequeña aplicación de nuestro propio acervo: El historiador y los hechos analiza el problema de las fuentes escritas como base tradicional de la Historia; cabe preguntarse si nuestra secular rivalidad con Ecuador parte del supuesto de las Crónicas de que Atahualpa era quiteño. La sociedad y el individuo trata del papel de los individuos y los grupos en el devenir de los hechos; por ejemplo el rol de los héroes, en nuestro país héroes de la derrota - siempre me he preguntado por qué. Historia, Ciencia y Moralidad trata de si la historia es en verdad una ciencia, y aborda entre otros el problema de los períodos históricos, hipótesis o herramienta mental, válida en la medida en que nos ilumina, y cómo me perturba que resumamos miles de años de historia peruana en esa monstruosidad que llamamos preinca, cuando los Incas no llegaron a dos siglos. La causación en la Historia trata el grave asunto de cuándo un hecho que antecede a otro es su causa, y las determinaciones de la historia, por ejemplo, cuando se dice que nuestro atraso se debe a que somos indios. La historia como progreso se adentra en si la historia tiene o no un sentido, y ahora que corremos como ratas tras el desarrollo económico, vale la pena preguntarnos a dónde queremos llegar, o si sólo tratamos de escapar hacia adelante. Y por último, Un horizonte que se abre enrumba hacia el futuro y el rol de la historia. Dado que ese futuro de 1961 es en parte nuestra actualidad, es posible corroborar en parte las previsiones del autor, y nuestras propias ideas al respecto. Lo repito, el que quiera meterse en problemas y no comerse lo que otros le digan tendrá en este librito un muy valioso compañero.


III

Idea de la Historia: Filosofía de la Historia

No es este un libro fácil de leer, pero sus dificultades se compensan por las amplias y profundas lecciones que ofrece tanto en Historiografía como en Filosofía de la Historia. En cierto modo, se le puede considerar la versión profunda y para especialistas del ¿Qué es la Historia? Por supuesto, el que me llegara este libro y no otros fue algo azaroso. No tengo la más mínima idea de por qué no me llegaron historiógrafos de otras nacionalidades, con excepción de los peruanos Jorge Basadre (El azar en la Historia y sus límites), Pablo Macera y Alberto Flores Galindo, entre muchos otros, cuyos libros y artículos procuro devorarme cada vez que puedo, y que como peruano que soy era previsible que me llegaran. Lo cierto es que la teoría de la historia no es muy leída, salvo excepciones como la de Carr, señalada líneas arriba. Y resulta una suerte poder leer sobre aquello que los historiadores dan por supuesto, y que los lectores no siempre conocemos. Pero vuelvo a Collingwood. Lo que pasó con este libro es casi una lección. Nuestro historiador realizó profundas investigaciones y estudios sobre Historia, pero como a tantos, no le alcanzó la vida para ver realizada su obra maestra. Y así sus manuscritos pasaron a manos de su editor, T. Knox. Vale la pena citar la Nota a la edición original inglesa de 1946: Era deseo de Collingwood que sus escritos póstumos fuesen juzgados conforme a las altas normas de criterio antes de (publicarlos), y por eso la decisión de sacar en limpio un libro a base de esos manuscritos (…) no se ha tomado sin algún temor. Sin embargo, se pensó que contenían materiales que podrían ser de utilidad (…) demasiado buenos para no publicarlos. Y así las lecciones, apuntes y trabajos inéditos de Collingwood se vertieron a este libro, que es denso porque se plantea un tema denso: Dar a conocer la naturaleza de lo que es la Historia. Ahora bien, decir de un libro que es denso es casi como no recomendarlo, y para bajar la gravedad del asunto diré que para que esta lectura dé fruto, se requieren ciertas condiciones del lector: La principal, una adecuada cultura filosófica e histórica que permita aprovecharlo a plenitud, o si no corrernos el albur de quedarnos en Babia – región que ya visitamos en otras Crónicas – cuando nos crucemos con cosas como esta: … en la Filosofía de la Historia, Hegel restringe el campo de su estudio a la Historia Política. Aquí sigue a Kant; pero Kant tenía una buena razón para hacerlo y Hegel no. Apoyándose en esta distinción entre fenómenos y cosas en sí, Kant, como hemos visto, consideraba como fenómenos los acontecimientos históricos, (…) en una serie temporal de la que el historiador es un espectador. Nótese que la redacción en verdad no ofrece mayor dificultad, pero presupone a un lector que conoce a Hegel y Kant, con cierta cultura previa. No lo podemos culpar, porque la redacción final no fue de Collingwood sino de Knox o de sus “negros” (término cariñoso referido a los que se ganan la vida escribiendo por encargo); y porque no es un libro dirigido al gran público. Así que si no la captas no tienes por qué sentirte culpable, salvo que seas un especialista.

Ahora bien, como todo libro, este tiene partes de mayor o menor dificultad en el sentido que ya dije. Está dividido en cinco grandes secciones, de las que considero de menor dificultad relativa la primera (La Historiografía grecorromana) y la quinta (Epilegómenos). En esta quinta sección el editor reunió diversos artículos de Collingwood, cuyos títulos pueden ser sugerentes y convocar la lectura: La naturaleza humana y la historia humana, La imaginación histórica, La evidencia del conocimiento histórico, La historia como re-creación de la experiencia pasada, El asunto de la historia, Historia y libertad y El progreso como creación del pensar histórico. La ventaja de estos artículos es que conforman ideas completas desarrolladas en corto por el autor, y pueden ser leídas aparte, fuera del contexto del libro. Las primeras cuatro partes, en cambio, se concentran muy fuertemente en la Idea de la historia en la Historia, y por eso tienen una pretensión de totalidad que, como hemos dicho, presenta ciertas dificultades para el lector que no tenga una cultura regular. Sin embargo, tratar de leerlo es un ejercicio válido para todo aquél que pretenda introducirse en la Historiografía, más aún porque no saldrá defraudado. Si a mí personalmente me gustó mucho fue, aparte de que su redacción no ofrece especiales dificultades, por el hecho que yo mismo, como profesor de Historia y Filosofía, tengo interés y alguna inmersión en los temas de que trata.


IV

Reflexiones sobre la Historia Universal: 
Un visionario

Este fue el primer libro sobre historiografía que leí, y se lo debo a un compañero mío de la academia preuniversitaria La Sorbona (pretencioso el nombrecito) donde estudié para postular a la Universidad hace ya largos años. No he visto desde entonces al amigo que me lo prestó, que hoy es un afamado especialista, e incluso concejal de la Municipalidad Metropolitana de Lima, y que hasta puede que lea esta Crónica. Espero que no me reclamará el libro, pero no lo culparé si lo hace. Diremos simplemente que Jacob Burckhardt (1818-1897) se merece ser reclamado. Casi leo en la mente de alguno de mis lectores qué hacemos preocupándonos por un autor del siglo XIX, más anacrónico y vetusto que las orejas de Lucifer. Pero, amigo lector, un autor es válido por la permanencia de lo que dice, y así lo que dice suele adquirir carácter intemporal, a nadie se le ocurre quitarle validez a la Biblia, a Platón o a Homero. Y oigo la réplica: que me deje de floro, que si eso funciona con la Biblia u Homero, ¿qué hacemos leyendo libros científicos – si es que la Historia es una Ciencia – tan apolillados como estas Reflexiones sobre la Historia Universal, o La Cultura del Renacimiento en Italia (ambos de Burckhardt)? ¿No es que la validez de una Ciencia, que es un producto en el tiempo, debe medirse más bien por sus avances? ¿No es mejor, si queremos aprender historiografía, acudir a lo ultimito, a lo moderno? ¿No es más fácil acudir a Internet a buscar lo ultimito? Y mi respuesta, previsible por demás, es que santo y bueno es buscar lo ultimito, aunque yo no confiaría tanto en Internet para ello; pero que eso “ultimito” no apareció del aire. Bien cierto es que para aprender la teoría atómica no acudimos a Demócrito, pero es que la Historia no es Física ni Biología, y si algo estamos aprendiendo en esta Crónica es que la Historia, más que ser una ruma de sucesos puestos unos encima de otros, es una explicación y valoración de estos hechos, y eso es lo que aún muchos no entienden y creen que se sabe historia porque puedes repetir de memoria la Cápac Cuna, cuando ni siquiera estamos seguros de si hubo más Sapa Incas que Pachacútec, Túpac Yupanqui y Huayna Cápac.

Leer las Reflexiones de Burckhardt nos sorprende por su terrible actualidad, por sus cualidades de visionario. El libro fue producto de sus clases, compartiendo el destino de Colllingwood de ser interpretado por sus editores. Pero no se libró de la polémica en vida. Considerado a-científico en una candorosa y optimista época que hacía un ídolo del conocimiento científico “exacto” - lo que en Historia significaba apegarse a las fuentes escritas - sus Reflexiones fueron tildadas de fantasías. Se pensaba que el progreso era una entelequia con existencia propia y que el sentido de la Historia solo podía ir hacia mejor. Un espejismo, sin duda, que las Guerras Mundiales, los campos de concentración, la Guerra Fría y la devastación del medio ambiente desvanecieron. Lo cierto es que Burckhardt vio con claridad la catástrofe donde los demás no veían sino un progreso indefinido hacia arriba. En esto se basaba en su propia filosofía, por supuesto, porque las gentes construyen sus ideas con los ladrillos que su época les proporciona, y por eso siempre me sorprende que se tilde de racista a Mark Twain, o de antisemita a Shakespeare. Las categorías con las que se valora en la actualidad a las personas y obras del pasado están teñidas de una inocencia autosuficiente y muchas veces ignorante. Y se juzga el corpus completo de las ideas por cuatro dichos, sin detenerse en la misma época en que se escribe y en el sentido general de lo que se dice. Jacob Burckhardt estudió a profundidad el Estado, la Religión y la Cultura, e incluso se metió con conceptos como la dicha y el infortunio en la Historia, y en esto antecedió en muchos años a grandes historiadores del Siglo XX como Philip Ariès, editor de una grandiosa Historia de la Vida Cotidiana. Con los límites propios de su tiempo, previó y advirtió sobre el afán de lucro y de poder que se apoderaría de la sociedad occidental, la hipertrofia del estado, la continuidad y escalada de las guerras, la abdicación general de la Cultura, las persecuciones contra los judíos y otros pueblos, e incluso la aparición del fascismo en la figura de Führers “salvadores”, que observa venir con tal lucidez que podría pintarlo desde ahora. Y además: El placentero siglo XX verá otra vez al poder absoluto levantar su horrible cabeza. Claro está, los anunciadores de apocalipsis no son populares en épocas de ciego optimismo general. Es posible que sus contemporáneos Julio y Michel Verne se inspiraran en sus ideas para escribir la sombría novela Los quinientos millones de la Begum, que retrata un estado fascista y la guerra moderna, donde el único modo de evitar la devastación total será prevenir que ocurra.

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V

Colofón

Ni abundan tanto ni se leen mucho las teorías de la historia o los libros sobre historiografía. Sin embargo, me parece que vale la pena empezar por tratar de adentrarse en ellos, en especial cuando uno ya está más o menos harto, cansado o aburrido de leer la Historia como un cuento de hadas. Lo cierto es que no estamos tratando aquí con el cuento de la Historia, sino con estudios de carácter hermenéutico, filosófico y/o científico, y ello puede dificultar la lectura. Sin embargo, hay encanto en averiguar cómo se llega a los libros de Historia tal como los conocemos. Esta Crónica será la primera de muchas dedicada, de frente o de perfil – jamás de espaldas – a Leer Historia. Y, como siempre, la cosa es Lee lo que quieras, como quieras, donde quieras. No te arrepentirás. Incluso si parece abstruso, el esfuerzo vale la pena.

La siguiente Crónica sobre Historia, dedicada a Biografías, es: 

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